El tiempo que siento que nos robaron. Para los 30 tenía pensada una fiesta en algún local de Madrid. No soy una persona que le apetezca celebrar muchos años su cumpleaños pero, cuando siento que es el momento, me apetece tirar la casa por la ventana. El resto de años trato de viajar ese día y poner un poco de distancia. Sin embargo, los 30 eran los suficientemente relevantes como para necesitar bailar por ellos un rato. Quería invitar a los amigos de aquí, de allí y de allá. A los de siempre y a los que no son de siempre pero que son tan divertidos que me hacen feliz. Nada pomposo, solo salir a bailar e invitar a tequila. Un buen cierre de la veintena.
Llegó el Covid y arrasó con mis pensamientos antes de que yo pudiese arrasar con mi outfit. Fuimos solo dos los invitados. Parada para hacer tiempo en el Museo del Jamón y de allí a cenar al Ikigai, el sushi con el que luego soñé volver a comer toda la cuarentena. La cena fue genial, con Manuel no necesito más. Al salir le propuse ir al Toni 2, un plan que afianzaba mi rotunda llegada a los 30. ¿Vamos otro día mejor? Sí, podemos ir la semana que viene.
La realidad es que no pudimos. Y desde ese recuerdo en una Gran Vía vacía y de noche, como la calma que precede a una gran tormenta, volamos hasta hoy, a una semana de mis 32 con la tormenta todavía presente. ¿Cómo he llegado hasta aquí? Me siento como esas abuelas a las que le preguntas la edad y dice que hace años que perdieron la cuenta. Yo también he perdido la cuenta, abuela. Con todo esto he perdido la noción del tiempo y hasta el sentido. ¿Llevamos así toda la vida o es que son los 48 meses más largos de la historia?
Lo cierto es que, aunque si pude celebrar tímidamente los 31 no siento que hayan pasado por mí. ¿Será porque no se podía soplar las velas si luego querías compartir la tarta? Pese a que han sido meses de grandes cambios y con muchas historias para contar, siento que todo ese tiempo lo he vivido con 30. Como una continuación del último día de la vida como yo la conocía. Porque aunque el tiempo haya seguido corriendo a la vez ha estado parado. Como esos relojes que marcan la hora por dos países diferentes. O como cuando cambian la dichosa hora que todos miramos el reloj un par de días por la vieja y por la nueva. Pues esto igual, parece que por la vieja y por la nueva normalidad el tiempo corre diferente.
He estado con tan pocas personas y en tan contadas ocasiones durante este año que no he tenido el contexto para decirle a nadie ¡eh, que ya tengo 31! Así que como si hubiese nacido un 29 de febrero, saltándome un año, me pondré esta semana en los 32. Y aunque la sombra de la celebración está un poco difusa también este año para mí, sé que de alguna manera, entraré en los 32 con besos, abrazos, regalos, tartas y velas. De eso ya hay alguien encargándose. Del resto me tengo que encargar yo. Voy a hacer de este año algo que desee recordar. Tengo planes, tengo sueños, tengo ganas de estar viva. Veremos qué pasa.
A todos aquellos que también sentís que de una u otra forma os han robado un tiempo que era vuestro, ¡feliz cumpleaños! Tenemos que volver a la partida.
Buah, sentí exactamente lo mismo, pero con diez años más. Cumplí cuarenta en cuarentena y, hace unos días, celebré los 43. Si no fuera porque en estos años he sido mamá, diría que alguien me ha robado varios meses de mi vida, como a Sabina alguien le robó hace tiempo el mes de abril. Bonito post.