La tienda de regalos
Siempre en la salida esperando pacientemente para darte el último chute estimulante antes de marchar. Así son las tiendas de regalos de los museos. Lugares creados para hacer felices a adultos que necesitan sentirse como niños tras una semana de trabajo gris.
Son mi lugar favorito del museo. Un parque de atracciones, una hamburguesa vegetariana con bacon, un concierto de Novedades Carmiña en sus tiempos jóvenes. Dopamina pura para mi cuerpo.
Los libros de las tiendas de los museos parecen estar curados por ángeles a cargo de las hermanas Olsen. Son discretos, interesantes, cargados de diseño y que no buscan salir en Instagram. Títulos inteligentes, portadas elaboradas y colores atractivos por si en vez de leerlos prefieres ponerlos en tu mesa auxiliar en la que sueles tomar el chai latte por las mañanas. Aunque no todo es perfecto en esa sección, el que tiene boca se equivoca. No hay estantería de libros en una buena tienda de un museo que no esconda una serie de títulos de autoayuda. Seguramente poco eficaces pero siempre con un buen diseño.
La parte itinerante alberga las piezas protagonistas del museo. Tanto las fijas como las de las exposiciones actuales. Las intenciones son buenas pero aquí es mejor no arriesgar. Si te ha gustado, cómprate el imán, la lámina o la postal que reproduce la obra en tamaño toy. Di no a los fulares, los cojines, las agendas con el cuadro en portada y, por supuesto, pasa de largo ante los paraguas con la obra impresa.
Una de las secciones que más me apasiona es la de papelería. Dan por hecho que como vas a un museo te gusta y se te da bien dibujar por lo que te ofrecen libretas, cuadernos, rotuladores y lápices de mil colores. Para mí, que sigo dibujando personas con el pelo de Playmobil, esta estantería es puramente sensorial. Oler las hojas de las libretas en blanco, acariciar sus portadas, coger y mover todos los lápices… Siempre hay materiales que no sabes si lo ponen para niños o para adultos que se quedan atrapados mirando las luces como yo. Los lápices con una punta de cuatro colores son un claro ejemplo.
La sección infantil es preciosa. Siempre siento pena de no haber podido ser una niña de museo. Los libros feministas infantiles, los juegos de robótica y alguna camiseta protagonizada por Miffy o otro personaje similar son siempre obligatorios. Durante mi visita a la Tate British esta semana sentí un gran deseo de comprar un bolsito de la propia Miffy pero su tamaño era también infantil y solo me podría caber dentro el imán que había comprado con la reproducción de Splash de David Hockney, un lápiz con la punta de cuatro colores y un libro que me llamó la atención por enseñar a dibujar perros de forma sencilla. Me imaginé creando una nueva moda. Si lo pongo con mi pantalón ancho de Ader Error y la camiseta de merchandising de mi propio bar seguro que queda bien. Aún siento que debería haberlo comprado.
Bajo mi punto de vista, los buenos museos suelen tener un merchandising a la altura. Nada más icónico que la gorra del MoMA o la goma de borrar de la Tate. Esta sección habla tanto del museo como de ti. Si llevas una tote de la Barbican o de la Saatchi Gallery te posicionas ante tus iguales como alguien culto, alternativo, interesante y que sabe leer los códigos de lo urbano de forma correcta. Si el souvenir que te has comprado es además de un evento especial al que los demás ya no podrán ir y lo pone bien grande serigrafiado, ganas cien puntos.
Recuerdo que en el último año de la carrera tuve una asignatura de arte que me enamoró para siempre. El temario era apasionante y la forma tan simple que tenía de transmitirnos la información la convirtió en el mejor momento de la semana. Sin embargo, aquella profesora temerosa de que a una manada de adolescentes emocionados con el consumismo publicitario no le fuese a apasionar el arte sin una marca detrás, nos puso en la primera semana el documental Exit Through the Gift Shop firmado por Banksy. Un buen plan para este domingo si no te encuentras, como yo, en medio de un revisionado de alguna serie de los 90’s.