Mándame una señal.
Comencé el año rogando al cielo una señal que me ayudase a tomar decisiones. Se me acababa el tiempo y yo solo pedía una estrella fugaz que me guiase como lo hizo tiempo atrás aquella otra con los Magos de Oriente. El encargo se demoró poco menos que un paquete de Amazon. Pronto el cielo se abrió para descargar sobre Madrid la mayor nevada del siglo. ¿Esa era mi señal? ¡Venga, no me jodas! Pero ¿cómo podía interpretarla? Me pasé días analizando todo lo que sentía y lo que vivía tratando de buscar dentro de mí la respuesta. Y lo cierto es que, por un instante, me reconcilié plenamente con Madrid si es que algún día me había enfadado del todo. Fueron días felices. Me puse a buscar pisos en la capital de nuevo.
Con el paso de los días, del mismo modo que la nieve se convirtió en hielo y, más tarde, en suciedad, la emoción dejó un vacío que me hizo comprender que aquello no había sido mi señal. Ojalá lo hubiese sido pero no lo fue. Y cuando la mayor nevada del siglo no es la señal que estás buscando ¿qué te queda? Pues esperar. Las señales llegan pero llegan cuando tienen que llegar. Ese mecanismo que hay detrás para que una de ellas nos llegue no suele fallar, es más preciso que el del reloj de la Puerta del Sol pero, ¡ay, amiga! no esperes que al otro lado estén Ana y Anne marcándote los cuartos.
Ahora que el año termina, debo confesar que creo que ya he recibido alguna señal. Lo cierto es que, en mi caso, más que una estrella fugaz parece que me ha tocado el típico juego de unir los números con una línea para descubrir qué dibujo se encuentra debajo. Puede que solo sea una corazonada pero a mí me está sirviendo igual. Yo solo necesitaba ese punto fijo a media distancia en el que fijas la mirada mientras pones el cuerpo en equilibrio para concentrarte y no caerte.
Las señales existen y forman tan parte del juego como el comodín del público o la tarjeta que te libra de la cárcel. Son atajos que si los identificamos nos dan una ventaja al jugar. La vida está llena de señales. Está en nuestra mano utilizarlas o dejarlas pasar. Todo es lícito. Ahora bien, es mi obligación recordarte que seas muy consciente de lo que imploras al cielo porque te puede volver en forma de nevada del siglo.
Nos vemos el año que viene.
Mientras tanto, te dejo una selección de señales que fui guardando a lo largo del año como indicadores de cambios que veo a nuestro alrededor:
Hacía muchos años que no llovía tanto en Mallorca.
Volvemos a comer azúcar.
La bachata se ha hecho mainstream.
Queremos vernos bien vestidos.
Casarse vuelve a ser cool.
No paran de nacer bebés.
Hemos recuperado la ilusión de viajar por primera vez.
El rap está calentando para salir al campo de nuevo.
Tenemos más ganas de gastar.
Todo lo que nos recuerda a Covid genera rechazo.
Nos vuelve a gustar lo excéntrico.
La gente se está radicalizando.
Hay mucha gente con ortodoncia Invisalign
Los memes son una nueva vía de escape.
¿Te habías fijado?