Más es más.
Mi cuerpo necesita marcha, salsa, jarana, cachondeo, perreo y todo lo que acabe en eo. Y sé que en esto no soy sola, os veo las intenciones desde aquí. Os puedo decir que vuelven los brillos, los vestidos ceñidos, beber cocktails de colores y hasta Sex & The City. Y que vuelvan los 2000 no es casualidad. Esto indica que tú y yo podemos abrazar y es un hecho que abrazamos el slow life, la vida sana, los vestidos vaporosos, el yoga, la masa madre, el retorno a las provincias, la kombucha, el levantarse temprano y sin resaca y la música de la banda sonora de Call me by your name peeeeero, por favor, que alguien nos obligue ya a ir a una fiesta con nuestras mejores galas, nos ponga una copa de cava ostentosa y burbujeante en la mano y suene Camila para que coreografiemos todos juntos Don’t go yet .
La semana pasada estando en Copenhage después de más de un año sin salir del país, sin mascarilla en el interior de un edificio lleno de gente cool, disfrutando de un eventazo por casualidad, creí haber viajado al futuro porque, por fin, me había vuelto a sentir como en el pasado. Lo que menos me importaba era quienes eran ellos y qué hacíamos en ese sitio. Lo importante era estar precisamente allí, despreocupada, sonriendo, sacando fotos, charlando, bebiendo…Viva, al fin y al cabo. En muchos momentos de ese viaje sentí que estaba en un oasis, un descanso en ese gran desierto que está siendo la pandemia. Me sentí en mi vida de antes pero valorándola desde la persona que soy ahora. Mira que me había creído lo de la nueva normalidad al principio, que todos seríamos más fríos y mantendríamos las distancias tanto o más que los nuevos hábitos saludables adquiridos en el confinamiento. Es cierto que esa creencia me duró poco pero encajaba con la vida tranquila que quería llevar en ese momento por lo que finjí ser fiel a esta doctrina. Sin embargo, cuando me vi el otro día sentada en el Popl, bajando la hamburguesa con un tremendo Dry Martini y cantando todas las canciones de las Destiny’s Childs que ponían por el hilo musical me autoconfirmé que este letargo al que llaman nueva normalidad es un monstruo que estaba bloqueando mis ganas de vivir.
Poco tiempo después de mi aterrizaje en España, llegó septiembre y, teóricamente, con él entramos en el nuevo año. Porque las uvas se comen en diciembre pero, a efectos prácticos, es en el mes nueve cuando “volvemos”, “empezamos” o “cambiamos”. Son semanas donde tenemos la intensidad por las nubes, el alma por los pies y el que más y el que menos entona en algún momento eso de “wake me up when September ends”. Sin embargo, este año, creo y confío en que va a ser diferente. Por un lado, el dichoso cambio climático nos ha alargado el periodo de calor por lo que casi puedo decir que ¡vamos, joder, que aún queda mucho verano por delante! Por otro, si apelo a nuestras ganas de vivir, porque las mías ya las hago vuestras, da igual en qué estación estemos. El verano es y va a ser una actitud. Cambiemos los ritmos, quitémosle peso y primemos lo que hay que primar.
Comamos bien, mucho y, si puede ser, picante. Pidamos salsa siempre aunque que haya que pagarla a parte. Bebamos vinos de colores, cocktails de colores y sigamos tomando kombuchas de colores también pero, de vez en cuando, mezclémoslas con cava como hace Edu. Invirtamos tiempo en vestirnos de nuevo. Ha estado bien el back to de basics pero este año necesitamos la artillería pesada, este año solo más es más. Brillar hasta que deslumbre. Cocinemos lo que hemos aprendido pero ahora para mesas llenas de gente, de comida, de risas. Celebremos. Hay que celebrarlo todo y esta vez no se puede hacer sin mantequilla ni azúcar. Comamos bollos, tartas y flanes directamente con la mano. ¡Ah, y esto es muy importante! Perreemos hasta el suelo. Bailémoslo todo. No podemos dejar pasar más grandes éxitos como los de Lil Nas X sin que nadie los baile. No podemos dejar pasar más vida sin bailarla como se baila el agua. No hemos aceptado socialmente el reggaeton para ahora no poder disfrutarlo.
Y todo esto sin olvidar donde estamos y qué está pasando. Con miedo, con incertidumbre y con ganas de llorar de vez en cuando. Briefing complicado. Ahora, después de escribirlo, tengo que aplicármelo.
Nos dejo alguna ayuda para ir empezando:
La lista de ALL sobre algunos lugares de Copenhage en lo que me sentí viva.
Brut, el restaurante de Edu donde las kombuchas van con cava y la comida es umami.
Survivor de las Destiny’s Child porque nos sirve como grito de guerra.
Matshi Sauce, la marca de salsas picantes de The Social Food.
El videoclip de lo último de Beyoncé y JAY-Z como mood y mantra.
Las botas de taco de Miista.
Los outfits de Zendaya y Timothee Chalamet en Venecia.
Los huevos fritos con langosta o bogavante.