Siempre me he encontrado cómoda en las demonizadas redes sociales. Aprendí a diseñar inmersa en feos montajes de Fotolog y agudicé mi ojo echando horas haciendo scroll en Tumblr. Me hice popular en Tuenti y fui de las primeras en llegar a Twitter cuando aquello era una comunidad con mucha retórica.
Mientras a la gente se le llena la boca al decir que se ha cerrado la cuenta o el perfil en esta o aquella red social, como sinónimo de superioridad y hastío, yo vivo en ellas algo diferente. De un tiempo hacia aquí, complemento mi vida “real” con las redes. Lo hago en todos los prismas posibles: desde mis investigaciones profesionales, que digo con orgullo, que nacen tras horas de búsqueda en Instagram y TikTok; a ser capaz de encontrar fuerzas donde no las tengo para quitarme el pijama y vestirme con dignidad cuando me siento aislada en el pueblo más alejado de una isla del mediterráneo .
Sin duda, lo más especial que me ha pasado en ellas ha sido encontrar en Instagram a otras mujeres como yo: chicas majísimas de todos los lugares del mundo con pasión por compartir con otras chicas lo que descubren, lo que les gusta, lo que les preocupa, lo que les da miedo, lo que las hace felices, los logros que consiguen y los golpes que les da la vida por ser mujeres y estar en este mundo. Con muchas de ellas comparto inquietudes, aficiones y gustos como el diseño, la moda, el amor por la comida o los viajes. Es agradable encontrar a otras chicas como yo, una posibilidad que no siempre he tenido en persona de forma fácil de conseguir y mantener.
Ellas son mis amigas. No hablamos a diario pero nos acompañamos en muchos momentos cotidianos a través de un emoji, enviándonos un enlace de algo que nos recordó a la otra o chateando en un rato muerto esperando en la sala de espera de alguna administración. Son amistades sencillas y sin grandes complicaciones. Debo reconocer que he acudido a alguna de ellas antes que a algún amigo de toda la vida para contarle alguna gran decisión que he tomado, por sentir que aquel iba a ser un espacio seguro donde me iba a sentir comprendida realmente.
Sin embargo, muchas de estas chicas y yo nunca hubiésemos sido amigas si nuestro primer contacto hubiese sido en la vida “real” puesto que somos de edades y lugares diferentes y con estilos de vida muy dispares. ¡Eso es parte de la magia! Me parece que he topado con un pequeño oasis en el desierto de Internet: un lugar seguro y cargado de generosidad. Nuestra relación se basa en compartir con las demás todo aquello que creemos que les pueda interesar. Con cada una de ellas tengo un tipo de relación y me comparto cosas muy diferentes: con alguna solo hablamos de nuestra vida a través de memes mientras que con otras aprendo de feminismo, descubro tendencias, conozco recetas, viajo a través de sus ojos... Todas me hacen sentirme acompañada. Algunas llevan ahí años y juntas hemos vivido cambios de ciudad, de país, de pareja…Nos hemos animado a dejar nuestros trabajos y nos hemos impulsado a crear nuestros negocios. Nos hemos inspirado mutuamente durante todo este tiempo.
Pienso si al conocernos en persona podría estropearse la magia. Siento que no. Algunas nos conocimos primero en la vida real y a otras estoy empezando a desvirtualizarlas poco a poco. ¡Está siendo genial! Sin embargo, si no hubiese sido así no hubiese pasado nada. Estoy segura de que seguiríamos siendo amigas de internet.
Mis amigas de internet son las mejores.
¡Estoy orgullosa!
¡Y el gusto que da encontrar chicas así de majas! ¡Feliz año Marta! ☺️✨❤️