No me importa el Imperio Romano.
No me importa tu resumen del año de Spotify.
No me importa que te avisen de que he mirado tu perfil en LinkedIn.
No me importa usar Google Maps en mi propia ciudad.
No me importa que sepas que hago terapia.
No me importa ver anuncios para no pagar.
No me importa tu lucha por putodefender“nos”.
No me importa que me copies.
No me importa lo que opines de mi ropa.
No me importa ceder mis datos a cambio de que internet me facilite la vida.
No me importa el número de horas que he pasado en Instagram.
No me importa lo importante que te creas por estar ocupado.
No me importa que no te guste escuchar audios de WhatsApp.
No me importa el #realfooding a estas alturas.
No me importa tirar de mis datos aunque haya wifi.
No me importa tu opinión acerca de si he adelgazado.
No me importan tus historias de WhatsApp.
No me importa irme la primera.
No me importa que haya un referéndum.
No me importan tus apellidos.
No me importa de que están hechas las golosinas.
No me importa tu signo, tu ascendente o cómo está la luna hoy.
No me importa comerme el último trozo.
No me importa nada que tenga que ver con el fútbol.
No me importa que silencies mis historias de Instagram.
No me importa salir y no beber.
No me importa llevar ropa arrugada.
No me importa cuántos kilómetros has corrido hoy.
No me importa que te des cuenta de que no llevo sujetador.
No me importa ceder.
No me importa.
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Me importa esta newsletter. Gracias, Marta.