Peso mariposa.
El término efecto mariposa significa que una secuencia interminable de hechos, aparentemente desencadenados entre sí, acaban por tener consecuencias completamente impredecibles. Suena ñoño, lo sé, pero si lo piensas es altamente estresante. En ello estoy. Tú aún no puedes percibirlo pero yo ya no soy la misma.
Como titula María Bastarós su último libro, “No era esto a lo que veníamos”. Es curioso como van encadenándose hechos, algunos buscados y otros no, a lo largo de nuestra vida que, de forma más silenciosa que un ladrón de guante blanco, van modificando nuestro presente, nuestro futuro y hasta nuestra personalidad. Si hacemos una pausa y nos paramos a pensar, ninguno de los aquí presentes habíamos planeado punto por punto así nuestra realidad. Hemos caído aquí como buenamente hemos podido.
Hace muchos, muchos años, una mariposa se adueñó de mi vida. Recuerdo cuando la vi. Ella parecía anecdótica e inofensiva. ¡Vuela, pequeña, vuela y tráeme el caos! No hizo falta decírselo dos veces. Desde aquella y hasta hoy ha estado rondando como un vampiro buscando la oportunidad de chuparme la energía, la sangre y hasta las ganas de bailar. Por el camino, yo también le he ayudado. Las pocas veces que la he visto reposando un minuto, inmóvil, inerte, estática, fija, petrificada, firme… sin aletear ni un milímetro sus alas yo he ido por detrás a meterle un soplido que hiciese que levantase el vuelo al instante. La falta de vidilla, ya sabes.
Sin embargo de un tiempo hacia aquí siento que algo ha cambiado. Es curioso como funciona la cabeza. El otro día sentí que algo me hizo click dentro de ella. Y todo se tiñó de nuevos colores. Lo escuché alto y claro como escucho Despechá a todas horas. Salí por un instante de mi cuerpo y me vi a mí con mis 52 kilos y mi 1,69 metros de altura frente a ella: pequeña, delicada, preciosa pero, al fin y al cabo, insignificante. Podría aplastarla con mi mano o incluso engañarla con mi inteligencia para que se posase en mi brazo y comérmela de un bocado con un poco de salsa agridulce. No lo voy a hacer, por supuesto, pero podría. Y el hecho de entender que puedo lo ha cambiado todo ¿Cómo no la había mirado desde ese prisma nunca antes? Esta es una comparación muy barata, casi un chascarrillo, pero es cierto que cuando la cabeza te hace pop (como las Pringles) ya no hay stop. Ahora no puedo parar de verla de otra forma.
Desde que nos hemos vuelto a mirar a los ojos todo ha cambiado. Yo he cambiado. Ha sido como enchufar mi acumulador de energía a un dispositivo de carga rápida. Me he puesto de nuevo en verde, al 100%. La garra, la fuerza, la vida, las ganas de bailar parpadean. Ahora debo mantenerlo. Click, click, click, click….solo faltaba ese click. Controlar la situación, abandonar ese sentimiento de injusticia constante, volver a enfrentarse a personas, situaciones y cosas. Pausar lo que es correcto de vez en cuando y actuar de forma vehemente. Retomar lo que una fue en esencia y lo ha ido perdiendo por desgaste cuando la vida la ha llevado por otros derroteros. Bailar en los probadores, beber chupitos de tequila, discutir con quien haga falta, hacer bromas con retranca. Eso haré.
La mariposa era yo. 52 kilos de mariposa. No voy a tratar de comérmela; volaremos juntas. Tú aún no puedes percibirlo pero yo ya no soy la misma.
Tras meses sin recomendar nada aquí estoy de nuevo para compartir mis hallazgos:
La comida de Ananas Ananas y Laszlo que he probado en Casa Balandra.
La canción de Despechá de Rosalía que nadie se puede quitar de la cabeza.
Las máscaras de Anastasia Pilepchuk.
Las ostras que abre Manuel.
Los canel rolls de Fika Farina que me devuelven a Europa cada vez que voy.
Las gelatinas de colores con formas divertidas.
El helado Bombón Campaner que dimos en nuestra boda.
El libro “No era esto a lo que veníamos” para enfrentarse a la codiciada normalidad.
Las guías de viaje de ALL si vas a viajar este verano.
Unos zapatos de Act para el verano.