Gracias por venir.
Cuando llegué a Mallorca, época post-covid, me quedé prendada de una escena que se repetía día tras día en las terrazas de mi pueblo: turistas que volvían y se abrazaban con sus camareros de confianza tras mucho tiempo sin haber pisado esta tierra. Se alegraban por verse vivos, se preguntaban por sus familias y celebraban que la vida podía continuar de nuevo. Se percibía que, de una u otra forma, se querían. Se percibía que, de una u otra forma, era verano.
Desde que abrimos La Nouvelle Famille en marzo hasta este domingo que hemos finalizado la temporada he conocido a mucha gente. Por este bar han pasado cientos de personas de todo el mundo. Algunas me lo han hecho muy difícil, otras no han querido recordarnos ni ser recordados, sin embargo, la mayoría me ha abrumado con su cariño y admiración. Para ellos va esta reflexión y mis mejores deseos de volver a vernos algún día. Si no es así, no pasa nada. Fue la mejor relación transaccional que hemos podido tener y eso me llena por dentro. En un bar, como en la vida, todo el que viene se va.
Iago me dijo que trabajamos con personas para personas. ¡Qué compleja belleza! Cada persona que ha pasado por aquí ha venido con una historia a la espalda, un punto de vista sobre el mundo y, la mayoría con hambre y ganas de brindar. Algunos venían de luna de miel, otros a contar su embarazo, muchos habían escogido Mallorca para sus vacaciones y otros solo buscaban un oasis en este desierto turístico. También he visto llorar, discutir, debatir y reconciliarse. He abrazado, aconsejado, consolado y brindado. He hablado más inglés del que sé. He conocido a parejas, familias, amantes, amigos y también desconocidos que se han hecho conocidos después de compartir terraza y plato.
Alemania, Francia, Holanda, Reino Unido, Canadá, Irlanda, Australia, Estados Unidos, Polonia, Suiza, Suecia, Dinamarca y todos y cada uno de los rincones de España…He tenido el placer de conocer a personas de todo el mundo y charlar con ellas sobre los placeres de la vida. Ha sido agradable descubrir que soy una ciudadana más del mundo y que, por ello, compartimos estilo de vida, gustos, preocupaciones y aspiraciones. En una isla como esta en la que me he sentido tan sola, mis clientes me han hecho sentirme arropada. Nos hemos seguido en Instagram, nos hemos recomendado bares a lo largo y ancho del mundo y nos hemos prometido que nos volveríamos a ver en alguno.
Estoy deseando que vuelva el verano para abrazar y ser abrazada. Mientras tanto, citando a la gran Lina Morgan (con la que puedo presumir de tener mi foto más creepy en el Museo de Cera de Madrid), me retiro a descansar cantando: “agradecida y emocionada, solamente puedo decir ¡gracias por venir!