Cuando llegué a Mallorca, época post-covid, me quedé prendada de una escena que se repetía día tras día en las terrazas de mi pueblo: turistas que volvían y se abrazaban con sus camareros de confianza tras mucho tiempo sin haber pisado esta tierra. Se alegraban por verse vivos, se preguntaban por sus familias y celebraban que la vida podía continuar de nuevo. Se percibía que, de una u otra forma, se querían. Se percibía que, de una u otra forma, era verano.
Gracias por venir.
Gracias por venir.
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Cuando llegué a Mallorca, época post-covid, me quedé prendada de una escena que se repetía día tras día en las terrazas de mi pueblo: turistas que volvían y se abrazaban con sus camareros de confianza tras mucho tiempo sin haber pisado esta tierra. Se alegraban por verse vivos, se preguntaban por sus familias y celebraban que la vida podía continuar de nuevo. Se percibía que, de una u otra forma, se querían. Se percibía que, de una u otra forma, era verano.