Ojalá seguir siendo aquella niña que se compraba una agenda nueva cada septiembre. Ir a librería y escoger la más bonita, la más completa, la más divertida, la más neutral…Tocarlas, leerlas, mirar qué regalos traían, qué formato para apuntar los cumpleaños y qué manera de listar las tareas. Cada septiembre una personalidad; cada curso una oportunidad de empezar de cero. A final de curso aquel libreto estaba el doble de gordo de manosearlo tanto. Era un trofeo, un tesoro, un recuerdo de alegrías, esfuerzos y fechas para no olvidar en la vida. Un libro de consulta.
La última agenda que me compré fue en Urban Outfitters hace seis o siete años. La estrené cuando cambié de trabajo. Era de aquellas que no tenía fechas fijas por lo que era yo la que decidía que día del año quería empezar de cero. Así lo hice. Rompí con todo y empecé de cero un 21 de junio. Un día como otro cualquiera. Me forcé, me forcé y me forcé pero la agenda no rellené. Con aquel trabajo, con aquella agenda, en aquel momento…fui dejando atrás parte de aquella niña que tenía ilusión porque volviese septiembre y con él la agradable sensación de sentirse ocupada como sinónimo de importante.
Me gustaban las agendas porque me gustaba ser mayor, estar ocupada, tener responsabilidades, triunfar en lo profesional, ser exitosa…Apuntaba mis deberes no por si me fuese a olvidar puesto que aún ahora gozo de una excelente memoria, lo hacía por ser alguien, por parecerme un poco más a las chicas de las pelis y series que veía donde necesitaban un cuaderno para tomar notas cuando iban a hablar con sus jefas.
Ahora vengo de vuelta de todo. Hace años que me puse en pie contra fijar citas en el calendario con meses de antelación y listo y almaceno todas mis tareas mentalmente. No mando “invites”, no agendo “calls”. No sé si es que no quiero ser más mayor, si he entendido que tener éxito no solo es tener una agenda llena de obligaciones o si he trabajado tanto y tan duro que más que septiembre lo que deseo es que llegue mi junio. Puede que solo me apetezca improvisar un rato más, pues llevo tiempo con fobia a la rutina. Aunque no he perdido la ilusión por empezar de nuevo. Tal vez este septiembre me compre una agenda. ¿Qué me puede pasar? Tal vez no. Tengo que sopesarlo.
Me parece taaan curioso que nos haya pasado lo mismo con las agendas. La de este año la tengo medio vacía la pobre. Y mira que me encanta.
Tendría que reflexionar más todavía para encontrar la explicación.